Hanal Pixán: Revive la cosmovisión maya del Día de Muertos

Estamos en la Hacienda Itzincab de Cámara, Yucatán, y el encargado de este antiguo casco es Santiago Dzul. Él es originario del Municipio de Tekax, pero lleva 16 años cuidando y procurando esta hacienda. No solo es el capitán de servicio, sino que tiene un don aprendido de su padre, un sacerdote maya con una pasión asombrosa por las hierbas medicinales y las hortalizas.

Para las comunidades más arraigadas a las tradiciones de la cosmovisión maya, la Ofrenda de la Milpa representa un orden, un inicio y un equilibrio del hombre con la tierra. Se cree que al no hacerse esta ofrenda puede traer malas cosechas en el año por venir. Al entrar el otoño, Dzul y su padre realizan el ‘Waji Kool’, una ceremonia milenaria para pedir y agradecer a los dioses las bonanzas de su cosecha y encomendarles el ciclo de producción. Al igual que la gente que se dedica a la agricultura, en estos días se inicia a la limpia de sus terrenos para recibir la primera cosecha y cortar los primeros frutos más frescos como ofrenda y con el cual se prepara el ‘atole nuevo’, elaborado con el maíz tierno que posteriormente se pone en el altar del Día de Muertos o Hanal Pixán, como se celebra en Yucatán.

El Hanal Pixán inicia el ciclo de la milpa y coincide con la tradición más emblemática de los mexicanos: El Día de Muertos.

 VIRIDIANA.

Desde el 31 de octubre, debajo de un techo de paja en el patio de la casa, un altar se impone con tres niveles que representan el inframundo, el mundo terrenal y el supramundo. El camino de piedras grandes, flores de colores y velas encendidas es de suma importancia para guiar a las ánimas en su recorrido, no deben perderse. Las velas también se colocan sobre el altar, su propósito es iluminar las mesas llenas de comida y son un símbolo de luz, esperanza y fe. En los altares se acomodan diferentes guisos típicos de la región que eran los favoritos de los difuntos –como el puchero, atole, dulces de yuca y camote, frijol colado, chocolate caliente y no pueden faltar las tortillas de maíz recién pasadas por el comal– y que se resguardan en un lek –una jícara seca y hueca que ahora se utiliza para conservar calientes los alimentos–. También se ven las fotos de los fieles difuntos que se recuerdan en familia. En un altar yucateco no puede faltar en el centro la cruz verde que representa el sincretismo religioso de los mayas y los cristianos. Los olores nos hacen viajar en el tiempo, nos recuerdan las cocinas tradicionales y las casas y consentimientos de nuestras abuelas que cuidaban con cariño de nosotros.

El primer día el altar se nota más colorido porque es dedicado a los niños. Entre yoyos, trompos, canicas y juguetes de madera, se encienden también velas de colores vivos y se ponen aún más dulces, más frutas y cítricos –‘que es lo que mayormente comen ellos’, nos narra Dzul las especificaciones de cada altar al igual que tradiciones que él ha notado se han ido olvidando. ‘Antes se hacía hasta pan de muñeco, pero ya tiene rato que no he visto esos muñecos. Le ponen también al altar de niños silbatos de barro. Para esos tiempos los niños te regalaban sus silbatos. Es una tradición y donde escuches que están sonando los silbatos ahí se encuentran los niños jugando’, comparte con nostalgia.

El segundo día es para los adultos y es cuando también se pone tabaco y botellas de Xtabentún, balché o licores para que los difuntos recuerden sus placeres de esta vida. Aunque entre las creencias, no todos están de acuerdo, ya que podrían emborracharse y perderse en su camino de regreso.

Santiago Dzul, originario del Municipio de Tekax, lleva 16 años cuidando y procurando la Hacienda Itzincab de Cámara, Yucatán, México.

 VIRIDIANA.

Entre tantos elementos significativos, el protagonista es sin duda el ‘pib’ o ‘mucbilpollo’. Su sabor a nostalgia se espera todo el año y aunque su proceso es tardado, vale cada minuto que se comparte entre camaradería familiar, memorias y risas. ‘Recuerdo que mi mamá colgaba jícaras afuera y esas ofrendas eran para las personas huérfanas y de la calle’. No podía fallar la calidez de los yucatecos que se preocupan por aquellas almas perdidas y olvidadas –y quienes también ocupan un lugar en la mesa del altar–. ‘Las ánimas que van camino a sus casas, las ven perdidas y las invitan también’, dice Dzul.

Celebrar la muerte tiene mucho significado y se conmemora con el más alto respeto. Alrededor de las entidades que forman parte de la Península de Yucatán vemos rituales diferentes que forman parte fundamental de esta tradición. Poner un altar es el más representativo, y uno de los más impresionantes –y hasta escalofriantes– es el que se realiza en Pomuch, Campeche. La comunidad se reúne para hacer el embellecimiento de los huesos de sus ancestros, en donde se desentierran los restos y se limpian para colocarse en una caja ornamentada para dejarlos presentables para estos días de celebración.

Es verdad que se cree que durante estos días cosas inexplicables suceden. Dzul me comparte sorprendido sobre una experiencia de este tipo que ha vivido con la ahora difunta Doña Petronila. Una señora de Tecoh que rezaba fervientemente las novenas frente al altar. Ella era la que orquestaba estos momentos espirituales. Encendía las velas, pasaba el incienso alrededor de todos e iniciaba los rezos para que todos participen. En una ocasión mientras salía al patio a llenarlo de incienso vieron cómo doña Petronila se arrodillaba ante una enorme corona de humo. ‘No todas las personas tienen ese don para verlo, pero sí pasa’, me dice con seriedad Santiago y acostumbrado a este tipo de sucesos.

Hablamos de una tradición tan mística de una manera tan amena, que el miedo a la muerte pasa a segundo plano. Aquí se recuerda de dónde venimos y hacia donde vamos y que la muerte es tan solo una transición a una nueva vida, en donde todos nos hacemos uno.

Desde los pueblos y las comunidades más recónditas de Yucatán, hasta la ciudad de Mérida que ahora alberga gente de todo el mundo, el Hanal Pixán se vive y nos une a todos. Porque somos descendencia de la cultura maya y nos sentimos orgullosos. Como un gran aprendizaje de vida aquí se goza, se honra, se respeta a los muertos y se celebra con un ese sentido del humor hacia ella como solo nosotros sabemos hacerlo.

En este reportaje: dirección y fotografía, Viridiana; producción, Fundación Haciendas del Mundo Maya/Taller Maya; dirección de arte, Brenda Urcid; video, Ale Cen; diseñadora floral, Jimena Rejón Loría; asistentes de arte, Luis Ángel Rodríguez y Valeria Bautista para Traspatio Maya y Ensamble Artesano; curaduría antropológica y social, Fundación Haciendas del Mundo Maya/ Taller Maya; locación: Itzincab de Cámara by Private Haciendas; directora de arte Vogue, Karla Acosta; editora digital, Atenea Morales; agradecimientos a Casa Vagantes y Comité Ciudadano de Itzincab de Cámara Meyaj Lool Kaab de Granada.